Jesús, al enfrentar la pregunta sobre el divorcio, afirma la intención original de Dios para el matrimonio: "Respondiendo Jesús, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Mateo 19:4-6). Aquí, Jesús enfatiza la unidad indisoluble del matrimonio, establecida por Dios desde la creación.
La excepción que algunos interpretan en Mateo 19:9 ("Pero yo os digo que cualquiera que repudiare a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casare con otra, adultera; y el que se casare con la repudiada, adultera también") debe ser entendida con cautela y bajo la luz de la enseñanza bíblica en su conjunto. No se trata de un permiso para el divorcio, sino una constatación de la realidad de la infidelidad dentro del matrimonio, su ruptura y las consecuentes consecuencias.