Génesis 2:8 describe el Edén como un lugar de deleite, plantado por el Señor Dios: "Y plantó Jehová Dios un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado." Este jardín no era simplemente un lugar geográfico, sino una representación de la perfecta comunión entre Dios y la humanidad. Era un lugar de belleza y abundancia, un reflejo de la gloria de Dios mismo.