Jacob, engañador y astuto, huye de la ira de Esaú, su hermano (Génesis 28:10). Este acto, aunque cuestionable moralmente, marca el inicio de una nueva etapa en la vida de Jacob, una etapa en la que Dios interviene de manera poderosa. Dios no abandona a los que pecan, sino que les ofrece la oportunidad de arrepentimiento y redención.