El Salmo 4 nos presenta una imagen diferente, pero igualmente poderosa. Aquí, el salmista experimenta una angustia espiritual, clamando a Dios por ayuda y liberación. Él encuentra consuelo en la oración: "En paz me acostaré, y luego dormiré; porque solo tú, oh Señor, me haces vivir confiadamente" (Salmo 4:8). Este versículo nos muestra que la verdadera paz no proviene de la ausencia de problemas, sino de la confianza en Dios, en su soberanía y en su amor incondicional.