Ante la inminencia de Su partida, Jesús asegura a Sus discípulos, y a nosotros hoy, que no se angustien ni se turben sus corazones (Juan 14:1, 27). Él declara: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros." (Juan 14:2). Esta promesa nos recuerda que nuestra morada eterna está asegurada en la presencia del Padre celestial.
Jesús enfatiza la paz que Él nos ofrece, una paz que el mundo no puede dar (Juan 14:27). Esta paz sobrepasa toda comprensión y es un don fruto de nuestra unión con Él. Es una paz que permanece en medio de las tormentas de la vida, una paz que se encuentra en la confianza en el plan perfecto de Dios, aún cuando no entendamos Su propósito.