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La Paz que Sobrepasa todo Entendimiento: Un Refugio en Cristo

La Paz que Sobrepasa todo Entendimiento: Un Refugio en Cristo
La Promesa de la Morada Celestial
Hermanos y hermanas en Cristo, en Juan 14:1-14, nuestro Señor Jesús nos ofrece una promesa consoladora, una promesa que trasciende las pruebas y tribulaciones de este mundo: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os recibiré para mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis." (Juan 14:1-3). Esta promesa de una morada eterna con el Padre es el ancla de nuestra fe, un faro en la tormenta de la vida. No estamos solos en nuestra lucha; tenemos un Salvador que nos prepara un lugar en la gloria celestial.
El Camino a la Vida Eterna
Jesús no deja la promesa sin un camino. Él mismo es el camino, la verdad y la vida: "Y conocieron el camino?Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14:6). No se trata de un camino complicado o difícil de seguir, sino de una relación personal y transformadora con Cristo. A través de la fe en su sacrificio, en su resurrección, encontramos la vida eterna, la promesa de una morada con Él por toda la eternidad. "Si me amáis, guardad mis mandamientos." (Juan 14:15). La obediencia a sus mandamientos es el fruto natural de un corazón transformado por el amor de Dios.
La Intercesión del Espíritu Santo
En medio de nuestras pruebas y dificultades, no estamos solos. El Espíritu Santo, el Consolador prometido, nos guía y fortalece: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros." (Juan 14:16-17). El Espíritu Santo nos recuerda las enseñanzas de Jesús, nos guía hacia la verdad y nos da poder para vivir una vida digna de nuestro llamado. El Espíritu Santo es nuestro abogado, nuestro intercesor, y nos asegura que no estamos solos en nuestro caminar.
Así pues, hermanos y hermanas, mantengamos firmes nuestras esperanzas en la promesa de Jesús. En medio de las dificultades, recordemos su amor y su sacrificio, y busquemos refugio en la paz que sólo Él puede ofrecer. Que el Espíritu Santo nos guíe en nuestro camino, fortaleciendo nuestra fe y guiándonos hacia la vida eterna en la presencia de nuestro Padre celestial. Amén.
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