En medio de nuestras pruebas y dificultades, no estamos solos. El Espíritu Santo, el Consolador prometido, nos guía y fortalece: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros." (Juan 14:16-17). El Espíritu Santo nos recuerda las enseñanzas de Jesús, nos guía hacia la verdad y nos da poder para vivir una vida digna de nuestro llamado. El Espíritu Santo es nuestro abogado, nuestro intercesor, y nos asegura que no estamos solos en nuestro caminar.